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Alejandro Cheyne

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Acceso y uso de las redes sociales en la infancia: un desafío pedagógico

La reflexión pedagógica al respecto apenas inicia y debe ser abordada por todos nosotros.

Alejandro Cheyne
4 de mayo de 2024

La reciente legislación aprobada en el estado de Florida —para implementarse en 2025—, que prohíbe el uso de redes sociales a menores de 14 años y establece que los adolescentes de 14 y 15 años necesitarán consentimiento parental para hacerlo, ha reavivado el debate sobre este tema no solo en Estados Unidos, sino en diferentes países del mundo. Sin embargo, la reflexión pedagógica al respecto apenas inicia y debe ser abordada por todos nosotros.

Empiezo por describir lo que los niños pueden observar a menudo en los adultos, muchas veces en su propio hogar:

- Ven a padres que pasan mucho tiempo en sus dispositivos móviles, buscando información y entretenimiento o a la espera de un nuevo «me gusta» o comentario. Este comportamiento puede resultar en una desconexión emocional con sus hijos, aun cuando están físicamente cerca de ellos, y puede representar una tecno-adicción.

- Los menores también son testigos del uso de lenguaje hostil, ofensivo e incluso violento en las redes sociales por parte de algunos adultos, quienes aprovechan el anonimato y/o la falta de interacción directa para adoptar una actitud de «todo vale». Además, se dan cuenta de cómo algunas personas difunden información falsa, lo que lamentablemente se ha vuelto una práctica común.

- Es posible que los niños vean a sus padres proyectando una imagen idealizada de felicidad y bienestar que no refleja la realidad de su vida familiar. También pueden verse involucrados sin su consentimiento, cuando sus fotos son compartidas públicamente, afectando su privacidad.

- En algunos casos, los niños pueden percibir que las redes sociales generan en los adultos una ansiedad por compararse con los demás, una preocupación excesiva por la imagen personal y, como consecuencia, una menor autoestima.

- Pueden observar también que el tiempo que los adultos dedican a las redes sociales resta momentos valiosos que podrían compartir en actividades familiares. Incluso, puede pasar que los niños ven cómo sus padres comparten información personal y datos sobre su ubicación en ciudades como las nuestras, que desafortunadamente son inseguras.

- Pueden notar cómo algunos adultos expresan frustración o un manejo inadecuado de sus emociones en las redes sociales mediante insultos indirectos, lo que les proporciona una falsa sensación de libertad para actuar sin asumir la responsabilidad de sus acciones.

A pesar de su inocencia, los niños tienen una gran capacidad para percibir y asimilar las conductas de sus padres y otros miembros de la familia, quienes son sus principales referentes a seguir. Cabe preguntarnos entonces si, como adultos, estamos siendo responsables en el manejo de las redes sociales y dando un buen ejemplo para los más jóvenes en nuestro hogar. Tarde o temprano, ellos examinarán la huella digital que dejamos, así que nuestro propósito debería ser no sentir vergüenza por nuestras acciones en línea, sino, por el contrario, aspirar a que nuestros niños y jóvenes encuentren en ellas un testimonio de prudencia, sensatez y compromiso con el bien común.

Es crucial, además de dar el ejemplo diario, empezar a dialogar con los niños sobre las redes sociales, abordando desafíos como el ciberacoso, la sobrecarga de información sin análisis crítico, la dificultad para discernir entre información verdadera y falsa, y la realización de retos que pueden ser peligrosos para su bienestar físico y mental, entre otros temas que deben integrarse en las conversaciones cotidianas. El proceso de enseñanza-aprendizaje de los niños es influenciado por su entorno, por lo que es necesario que la escuela, los padres y allegados se articulen para acompañarlos en este desafío pedagógico.

Sin duda, las redes sociales ofrecen beneficios claros, como una mayor conexión entre personas, acceso a una amplia gama de información y entretenimiento. Sin embargo, sin una pedagogía adecuada, su impacto puede ser perjudicial, aún más para los niños, que son especialmente vulnerables. Aunque la edad mínima requerida para participar en ciertas plataformas es de 13 años, es una realidad que niños menores comienzan a usarlas, en ocasiones creando perfiles con información no verídica.

Por consiguiente, más allá de la regulación, deben existir una pedagogía al interior de cada familia, fijando entre todos límites en el tiempo de navegación y realizando una supervisión de las actividades en línea. Un diálogo basado en la confianza permitirá que niños y padres compartan sus experiencias sobre el uso de redes sociales y aprendan juntos.

Así mismo, las empresas detrás de redes como Instagram, Facebook y WhatsApp, entre otras, deben intensificar sus esfuerzos para proteger a los menores, fortaleciendo sus políticas de seguridad y siendo vigiladas por la sociedad. Debe existir un compromiso real con la protección de los niños, garantizando que estén seguros cuando se conecten desde casa o desde cualquier otro lugar.

Finalmente, recae en nosotros la responsabilidad de acompañar a los niños en su proceso de comprensión de las redes sociales, para que puedan utilizarlas con respeto hacia los demás y hacia sí mismos, fomentando un entorno en el que la tecnología sirva como una herramienta para su crecimiento y no como una barrera para el desarrollo personal y social.

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